jueves, 5 de marzo de 2015

SAN AGUSTÍN DE HIPONA

FILOSOFÍA SAN AGUSTÍN DE HIPONA
San Agustín nació el 13 de noviembre de 354 en Tagaste, pequeña ciudad de Numidia en el África romana.  En Tagaste, Agustín comenzó sus estudios básicos. Fue maniqueo y orador imperial en Milán. Era el rival en oratoria del obispo Ambrosio de Milán, figura que después hizo a Agustín conocer los escritos de Plotino y las epístolas de Pablo de Tarso. Por medio de estos escritos se convirtió al cristianismo. Ya como obispo, escribió libros que lo posicionan como uno de los cuatro primeros Padres de la Iglesia. La vida de Agustín fue un claro ejemplo del cambio que logró con la adopción de un conjunto de creencias y valores.

San Agustín se destacó en el estudio de las letras. Mostró un gran interés hacia la literatura, especialmente la griega clásica y poseía gran elocuencia.  Al mismo tiempo, gustaba en gran medida de recibir halagos y la fama, que encontró fácilmente en aquellos primeros años de su juventud. . Aunque se dejaba llevar por sus pasiones, y seguía abiertamente los impulsos de su espíritu sensual, no abandonó sus estudios, especialmente los de filosofía. A los diecinueve años, la lectura de Hortensius de Cicerón despertó en la mente de Agustín el espíritu de especulación y así se dedicó de lleno al estudio de la filosofía, ciencia en la que sobresalió.
En su búsqueda incansable de respuesta al problema de la verdad, Agustín pasó de una escuela filosófica a otra sin que encontrara en ninguna una verdadera respuesta a sus inquietudes. Finalmente abrazó el maniqueísmo (Doctrina religiosa que tuvo su origen en las ideas de Manes y que se caracterizaba por creer en la existencia de dos principios contrarios y eternos que luchan entre sí, el bien y el mal), creyendo que en este sistema encontraría un modelo según el cual podría orientar su vida. Varios años siguió esta doctrina y finalmente, decepcionado, la abandonó al considerar que era una doctrina simplista que apoyaba la pasividad del bien ante el mal. Sumido en una gran frustración personal decidió, en 383, partir para Roma, la capital del Imperio romano donde se convertiría al cristianismo.

San Agustín, a los diecinueve años, se pasó al racionalismo y rechazó la fe en nombre de la razón. Sin embargo, poco a poco fue cambiando de parecer hasta llegar a la conclusión de que razón y fe no están necesariamente en oposición, sino que su relación es complementaria. Según él, la fe es un modo de pensar asintiendo, y si no existiese el pensamiento, no existiría la fe. Por eso la inteligencia es la recompensa de la fe. La fe y la razón son dos campos que necesitan ser equilibrados y complementados.
Para Agustín de Hipona la ley moral se sintetiza en la célebre frase: ama a Dios y haz lo que quieras. Para Agustín el amor es una perla preciosa que, si no se posee, de nada sirven el resto de las cosas, y si se posee, sobra todo lo demás. Agustín, quien tuvo contacto con las ideas del evolucionismo de Anaximandro, sugirió en su obra La ciudad de Dios: que Dios pudo servirse de seres inferiores para crear al hombre al infundirle el alma, defendía la idea de que a pesar de la existencia de un Dios no todos los organismos y lo inerte salían de Él, sino que algunos sufrían variaciones evolutivas en tiempos históricos a partir de creaciones de Dios.

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