La
naturaleza
El
mono, el caníbal y el masturbador
¿Queda
todavía en nosotros mucho de chimpancé?
Sin
embargo, distinguimos lo que es común al babuino y al humano al mono y al Papa.
Para hacerlo, podemos recurrir a las lecciones que da la fisiología (las
razones del cuerpo) y la etología (la lógica de los comportamientos humanos
esclarecidos por los de los animales). Esas dos disciplinas informan sobre lo
que, en cada uno de nosotros, procede y se deriva todavía de la bestia, a pesar
de siglos de hominización (el hecho para el hombre de hacerse cada vez más
humano) y de civilización.
¿Cuándo es un mono Nuestro profesor?
El chimpancé y el hombre
se distinguen en la manera de responder a las necesidades naturales. El mono
permanece prisionero de su bestialidad, mientras que el hombre puede deshacerse
de ella, parcialmente, totalmente o bien diferirla, resistirse, superarla
dándole una forma específica. De ahí la cultura. Frente a las necesidades, a
los instintos, a las pulsiones que dominan al animal totalmente y lo
determinan, el hombre puede elegir ejercer su voluntad, su libertad, su poder
de decisión.
La fisiología nos
muestra la existencia de necesidades naturales comunes al chimpancé y al
profesor de filosofía. Beber, comer y dormir se presentan como inevitables
obligaciones impuestas por la naturaleza. La psicología muestra una necesidad
sexual activa tanto en el primate como en el hombre. Sin embargo, esa necesidad
natural no es indispensable para la supervivencia individual, sino para la de
la especie. Dejar de beber, de comer y de dormir pone en peligro la salud
física de un cuerpo. No tener sexualidad no merma en nada la salud física no
diremos lo mismo de la psíquica. Si el individuo no teme nada de la abstinencia
sexual, la humanidad arriesga con ella su supervivencia.
Y nuestro mono, ¿por qué no será profesor de filosofía?
El
hombre y el chimpancé se separan radicalmente en cuanto se trata de necesidades
espirituales, las únicas que son propias de los hombres el mono ignora las necesidades
espirituales Hay que añadir, como mono específicamente humano, la capacidad de
transmitir saberes acumulados en la memoria y la evolución. La educación, la
iniciación intelectual, el aprendizaje, la transmisión de saberes y valores
comunes contribuyen a la creación de sociedades donde las disposiciones humanas
se hacen y rehacen sin cesar. Las sociedades de chimpancés son fijas, no
evolutivas. Su habilidad es reducida, simple y limitada. Cada uno lleva consigo
su parte de
mono.
La lucha para alejarse de esa herencia primitiva es cotidiana. Y hasta la
tumba. La filosofía invita a librar ese combate y ofrece los medios para ello.
Simone de Beauvoir (francesa, 1908-1986)
Compañera de Sartre, con quien inventa un nuevo estilo de
pareja donde prima totalmente el ejercicio de la libertad. Novelista,
ensayista, memorialista, filósofa de izquierdas, escribe El segundo sexo (1949), libro de culto que genera el
pensamiento de liberación de las mujeres del planeta.
No se nace
mujer, se llega a serlo.
Destino biológico, físico o económico
define la figura que reviste en el seno de la sociedad la hembra humana; la
civilización en conjunto es quien elabora ese producto intermedio entre el
macho y el castrado al que se califica como femenino. Solo la mediación de un
ajeno puede constituir a un individuo en otro, en tanto que existe para sí, el
niño no podría captarse como sexualmente diferenciado. Entre las jóvenes y los
varones el cuerpo es, en primer lugar, la irradiación de una subjetividad, el
instrumento que realiza la comprensión del mundo: el universo es apresado a
través de los ojos o las manos, pero no por las partes sexuales.
Voltaire
(francés, 1694-1778)
Célebre
en el mundo entero por sus Cuentos, mientras que él siempre pensó pasar a la
historia gracias a unas tragedias que ya nadie lee. Le debemos la invención del
pensador comprometido con su tiempo, en las batallas que cree justas (la
tolerancia, la libertad, el laicismo). Proporciona el modelo de la figura del
intelectual del siglo XX.
Las bestias
no son bestias
Es una pena, una pobreza
de espíritu, haber dicho que los animales son máquinas que carecen de
conocimientos y sentimientos, que siempre realizan
sus cosas del mismo modo y no perfeccionan nada. ¡Qué equivocación! El pájaro
que hace su nido en semicírculo cuando lo fija en una pared, que lo construye
en forma de cuarto de círculo cuando lo hace en un ángulo, y en círculo
perfecto cuando lo coloca en un árbol, no hace siempre lo mismo.
¿Has comido ya carne humana?
Vosotros no,
probablemente no. De lo contrario, me preocuparíais...
Pero vuestros ancestros,
sí, sin ninguna duda. No tanto vuestros padres o abuelos (aunque, ¿conocemos
realmente el pasado de nuestros parientes...?), como los hombres prehistóricos
de los que todos descendemos. Curiosamente, se evita divulgar la información confirmada,
sin embargo, por los pre-historiadores, de que en dordoña, hace varios millares
de años, se hacían festejos con los restos de los propios semejantes cortados
en pedazos. Claro está que los detalles del banquete han quedado en la sombra, ignorados.
Solo ciertas muescas en las osamentas halladas permiten concluir que los fémures
se partían de manera que la médula pudiese ser consumida.
Te como, luego soy
Ahora bien, el
canibalismo es un hecho cultural: los animales no se
comen a sus semejantes
según reglas precisas de troceado, cocción y reparto, significantes y
simbólicas. Existe un género de gastronomía en la cocina antropofágica... Solo
los hombres introducen en el arte de comer a su prójimo un sentido descifrable.
Por supuesto, las razones difieren entre el canibalismo de violencia política o
accidental y el canibalismo ritual.
Canibalismo ritual y sagrado, los hombres escenifican una teatralización
precisa que supone la transmisión, dentro de la tribu, de maneras de pensar y
actuar. No se mata para comer, se come al que está muerto. Con lo cual se
difunde una actitud ante la muerte, porque solo los hombres han inventado
respuestas culturales para vivir con el hecho de tener que morir. Sepultura
fuera del suelo, cremación, entierro o canibalismo: al proponer esas soluciones
a los problemas de gestión del cadáver, los hombres afirman su humanidad y
toman distancia respecto al animal, que no entierra a sus muertos, no los
reconoce, no organiza ceremonias para honrar y celebrar su memoria, ni imagina
la posibilidad de sobrevivir bajo forma espiritual.
Desaparece, cierto, pero cuya alma
sobrevive y permanece en la tribu. Sin lugar a dudas, los pueblos que practican
la antropofagia se sorprenderían mucho al ver cómo nuestras civilizaciones
ultramodernas tratan a sus cadáveres: se aleja al muerto, no se muere en el
hogar sino en el hospital, ya no se llevan los cuerpos a las casas, a los
domicilios, se quedan en los depósitos, expuestos en las salas anónimas donde
se suceden sin discontinuidad los cadáveres desconocidos de la víspera y del
día siguiente.
Michel
de Montaigne (francés, 1533-1592)
Autor
de un único gran libro, los Ensayos (1580-1588), en el cual, a la luz de los autores
de la Antigüedad, propone la moralización de su conciencia y la historia de su subjetividad.
Inventa el «Sujeto» moderno y permite, contra el cristianismo que lo tiene en mala
estima, dar al «Yo» un estatuto positivo.
¿Dónde están los
bárbaros?
Que nada bárbaro o salvaje hay en
aquella nación, según lo que me han contado, sino que cada cual considera
bárbaro lo que no pertenece a sus costumbres. Ciertamente parece que no tenemos
más punto de vista sobre la verdad y la razón que el modelo y la idea de las
opiniones y usos del país en el que estamos. Allí está siempre la religión
perfecta, el gobierno perfecto, la práctica perfecta y acabada de todo.
¿Por qué no masturbanos en
el patio del instituto?
Sí, hombre: ¿por qué no? Pues la
técnica es simple, los resultados
inmediatos, y todo el mundo sin
excepción ha probado, prueba o probará esos placeres solitarios. Entonces, ¿por
qué tiene que recaer sobre esta técnica tan vieja como el mundo y los hombres
un peso tal de culpabilidad, una semejante carga cultural y social? ¿Cómo
justificar el arsenal represivo que envuelve la masturbación? De hecho, no
debería preocupar en modo alguno, puesto que entre el productor y el consumidor
mal puede imaginarse la posibilidad de un conflicto, de un desacuerdo o un
malentendido.
¿Cubierto por la
Seguridad Social?
Algunos filósofos se
alzan -si se puede decir así- contra ese orden de cosas: son los cínicos
griegos (Diógenes de Sínope, Crates o Hiparquia, una de las escasas mujeres en
esta actividad esencialmente masculina). Actúan, enseñan y profesan en Atenas, Grecia,
en el siglo IV antes de Jesucristo. ¿Su modelo? El perro [cynós, en
griego], porque ladra contra los poderosos, La cultura sirve casi siempre a los intereses
de la sociedad, ya que necesita hacer de la sexualidad un asunto colectivo,
comunitario y general. Porque, para la sociedad, la energía libidinal no debe
complacer dos individualidades libres y que están de acuerdo, sino aspirar a la
creación de la familia, célula básica de la comunidad. La masturbación es una
actividad asocial, individual, antiproductiva para el grupo.
Wilhelm
Reich (austriaco, 1897-1957)
Frente
al triunfo del fascismo y el nazismo en la Europa de los años 30, asocia la crítica
marxista (elogio de la revolución social y política) y el psicoanálisis
(exhortación a tener en cuenta la existencia de un inconsciente individual)
para liberar a los hombres, las mujeres y los jóvenes de la alienación
económica y sexual.
Picazón masturbatoria!
Antes de que el joven haya alcanzado
la pubertad, en realidad desde la primera infancia, el impulso sexual se
manifiesta ya bajo las más variadas formas. Una de estas formas, que finalmente
aparece cada vez en primer plano, y que realiza la transición hacia la vida
sexual madura, es el onanismo (masturbación, autosatisfacción). La Iglesia y la
ciencia burguesa han presentado el onanismo de los niños y adolescentes como un
vicio grave, como un fenómeno peligroso y nocivo para la salud. Solo la
sexología moderna considera el onanismo como una forma transitoria totalmente normal
de la sexualidad infantil y adolescente.
Francis
Dagognet (francés, nacido en 1924)
Médico
de formación, pensador polifacético: de la imagen y el número en informática,
del papel de los desechos o del objeto en el arte contemporáneo, de los
trasplantes o la nacionalización de los cadáveres, de los límites de la
ingeniería genética y el derecho de los homosexuales a la adopción de niños, de
la posibilidad de repensar la Nación como hombre de izquierdas.
«La naturaleza no es
natural»
Trataremos de justificar nuestra
oposición a la naturaleza: olvidamos con demasiada facilidad que ella misma, en
sus manifestaciones más típicas el campo, el bosque, la senda, etc. resulta de
una conquista del hombre y de una paciente labor. No podemos escribir más que
una historia del campo. El que contempla su armonía observa el fin o el aspecto
externo, despreciando los medios, la maquinaria subyacente. Ha sido necesario, durante
generaciones, desbrozar, plantar, talar, podar, alinear: los vegetales y los
animales, a su vez, ponen a la vista opciones y operaciones. En resumen, la
naturaleza no es natural.
2
El arteEl descodificador, la Gioconda y el urinario.
Sí, siempre. Es un error imaginar que
es posible el acceso a una obra de arte, sea cual sea, con las manos en los
bolsillos, totalmente despreocupados, ingenuamente. No entendemos a un chino
que nos dirige la palabra si no dominamos su lengua o si no poseemos ciertos
rudimentos de la misma. Pero así procede el arte, como un lenguaje, con su
gramática, su sintaxis, sus convenciones, sus estilos, sus clásicos. Quien
ignore la lengua en la que está escrita una obra de arte se priva para siempre
de comprender su significado y, por tanto, su alcance. Así, todo juicio
estético se hace imposible, impensable, si se ignoran las condiciones de
existencia y aparición de una obra de arte. De algún modo, conocer la época, la
identidad del autor, sus intenciones, transforma al observador en artista. No
hay comprensión de una obra si falta la inteligencia de quien la mira. La
cultura es, pues, esencial para la aprehensión del mundo del arte, sea cual sea
el objeto concernido y considerado.
Al proponer un trabajo, el artista
efectúa la mitad del camino. La otra es cuestión del aficionado que se propone
apreciar la obra. La época y el temperamento del creador se concentran en el
objeto de arte (que puede ser tanto una construcción, una pirámide por ejemplo
o un edificio firmado por Jean Nouvel, como una pintura de Picasso, una
sinfonía de Mozart, un libro de Victor Hugo, un poema de Rimbaud, una
fotografía de Cartier-Bresson, etc.). En cuanto al objeto, este solo adquiere
su sentido con la cultura, el temperamento y el carácter de la persona que
aprecia el trabajo.
El
aficionado no nace, se hace!
¿Cómo nos convertimos en ese
aficionado, es decir, en ese apasionado del arte? Dándonos los medios de
adquirir el descodificador. ¿Es decir? construyendo nuestro juicio. La
construcción de un juicio supone tiempo, empeño y paciencia. ¿Quién afirma que
utiliza bien una lengua extranjera si le dedica un tiempo y un empeño ridículos?
¿Quién puede creer dominar un instrumento musical sin haber sacrificado horas y
horas de práctica con el fin de cubrir la distancia que separa el balbuceo de
la maestría? Lo mismo ocurre con la fabricación de un gusto. Poco importa cuál
sea el objeto de ese gusto (un vino, un guiso, una pintura, una pieza musical,
una obra de arquitectura, un libro de filosofía, un poema), solo logramos
apreciarlo una vez que hemos aceptado que hay que aprender a juzgar.
Paul Veyne (francés,
nacido en 1930)
Historiador que
reivindica a Friedrich Nietzsche y Michel Foucault. Especialista en la civilización
antigua. Ha trabajado sobre los mitos griegos, los juegos circenses, la poesía erótica
romana, e igualmente sobre la forma de escribir la historia o la poesía contemporánea.
APRENDER
A ENTENDER;
Nada
más que el más banal de los procedimientos escolares, Normalmente, cuando se
trata de poesía, la gente viene y te dice: usted entiende este poema así; yo lo
entiendo de otro modo. Por supuesto, ellos pueden y tienen el derecho de
comprenderlo de otro modo.
Theodor
W. Adorno (alemán, 1903-1959)
Músico
de formación, sociólogo y musicólogo, filósofo judío expulsado por el nazismo y
refugiado en los Estados Unidos, miembro de la Escuela de Francfort (ver nota sobre
Horkheimer, pág. 102). Pensador antifascista que se preocupa por reflexionar
sobre las condiciones de una revolución social que no pase por la violencia.
No hay
belleza sin iniciación.
La obra de arte exige algo más que el
abandonarse a ella. El que llega a encontrar bello el «murciélago» tiene que
saber lo que es el «murciélago»: tuvo que haberle explicado su madre que no se
trata del animal volador, sino de un disfraz; tiene que recordar que una vez le
dijo: mañana podrás vestirte de murciélago. Seguir la tradición significaba
experimentar la obra artística como algo aprobado, vigente; participar en ella
de las reacciones de todos los que la vieron con anterioridad. Cuando ello se
acaba, la obra aparece en toda su desnudez con sus imperfecciones. El acto pasa
del ritual a la idiotez, y la música de constituir un canon de evoluciones con
sentido a volverse rancia e insípida. Entonces ya no es tan bella.
David
Hume (escocés, 1711-1776)
Conoce
el fracaso en el comercio, la escritura, la economía y la universidad. Se conforma
con un trabajo en la biblioteca para vivir. Analiza las condiciones de
posibilidad del conocimiento desde las impresiones, percepciones y sensaciones
individuales, además, hace de la realidad una ficción construida por la razón.
Aumentar
su saber, y así, su placer
Ningún hombre que no posea el juicio
más sólido hará nunca una crítica aceptable de tales obras. Y esta es una nueva
razón para cultivar el goce de las artes liberales. Nuestro juicio se reforzará
con esta práctica; nos formaremos nociones más exactas de la vida, muchas cosas
que complacen o afligen a otros nos parecerán demasiado frívolas para merecer
nuestra atención, y poco a poco perdemos esa sensibilidad y delicadeza de
pasión que tan incómoda resulta. Pero quizá haya ido demasiado lejos al decir
que un gusto cultivado para las bellas artes extingue las pasiones y nos deja
indiferentes ante aquellos objetos que tan perseguidos son por el resto de la
humanidad. Tras posteriores reflexiones, creo que más bien mejora nuestra
sensibilidad para todas las pasiones delicadas y agradables, al mismo tiempo
que deja la mente incapaz de emociones más rudas y turbulentas.
Nada
bello, pero en todas partes...
Nada que ver, o no gran cosa, entre
esa foto enmarcada y la obra de arte de Leonardo da Vinci (1452-1519) que se
titula Retrato de Mona Lisa, llamada la Gioconda, expuesta en el
Museo del Louvre. Para darse cuenta de ello, basta seguir la muchedumbre de
turistas extranjeros, orientarse según la señalización específica del museo e
ir lo más rápido posible a la sala donde está expuesta tras una vitrina
blindada, guardada por un personal siempre al pie de la obra. A pocos metros,
en el mismo sitio, otro lienzo de
Leonardo da Vinci —un San Juan
Bautista— colgado en un rincón. Nadie repara en él, o apenas. La mayoría
pasa al lado sin ni siquiera detenerse. La Gioconda se ha convertido en
un símbolo planetario, conocido y reconocido por todo el mundo. Manifiesta el
arte por sí sola.
Lo que exponen vuestros abuelos en su
comedor, es un pedazo de ese símbolo que les permite participar de la relación
de los hombres con las obras de arte al menor precio. La reproducción colgada
señala dos cosas: por una parte, el deseo de poseer en su casa un objeto que
procede del arte, por otra, la incapacidad financiera de adquirir el original.
La combinación de un deseo estético de belleza a domicilio y la imposibilidad
de satisfacerlo realmente.
Para evitar la frustración, el
sucedáneo basta. La imagen duplicada en múltiples ejemplares cumple ese rol.
Existe un gusto de gente sin recursos
(gente modesta y desfavorecida). Personas que se distinguen por tener poca
cultura, referencias artísticas pobres, escasas o inexistentes. Nunca han
tenido la fortuna y la suerte de iniciarse o ponerse en situación de comprender
el mundo del arte, si bien sienten la necesidad de satisfacer una apetencia de
belleza, aunque sea superficial. Sin educación en el código, ni capacidad para
descifrarlo, sin instrucciones de uso, tampoco cuentan con la herencia de un
capital intelectual transmitido por la familia: sin hábito de visitar museos
nacionales o extranjeros, n¡ relaciones directas, regulares y continuadas con
la materia misma de las obras de arte, en salas de exposición, sin asistir a
conciertos, ni frecuentar lugares de aprendizaje y práctica de un instrumento
de música o de una técnica pictórica. Deseosa de amar el arte, pero bruta en
sus juicios, la gente sin recursos está condenada a tratar con el sustituto
tomado por ella como esencial.
Jean
Dubuffet (francés, 1901-1985)
Comerciante
de vino, pintor voluntaria y falsamente naíf [ingenuo, inocente], teórico del
arte. Desea rehabilitar, en el mundo de la creación, la potencia de los
enfermos, los locos, la gente sencilla y sin cultura, los obreros y campesinos.
Ataca a los que fabrican el gusto de una época: mercaderes, críticos,
intelectuales, profesores.
Individualista, por
tanto, antisocial y subversivo
Si su producción no está impregnada de
un carácter personal fuertemente marcado (lo que implica una posición
individualista y, en consecuencia, firmemente antisocial y en esa medida
subversiva), no tiene ningún valor. En cambio, si ese talante individualista se
extrema hasta el punto de rechazar toda comunicación con el público, si ese
talante individualista se exaspera hasta no desear que la obra producida se
exponga ante los ojos de cualquiera, o incluso hasta hacerla intencionalmente
tan secreta, tan cifrada, que se hurte a toda mirada, entonces su carácter de
subversión desaparece; se convierte en una detonación que, producida en el
vacío, ya no emite ningún sonido. El artista se encuentra así solicitado por
dos aspiraciones contradictorias, dar la espalda al público y hacerle frente.
Por
lo general, a nuestros amigos les impresiona que tengamos un Marcel Duchamp en el
baño.
¿En qué momento un
meadero puede convertirse en una obra de arte?
Solo una cosa distingue ese urinario,
que ha llegado a ser célebre en todo el mundo, de otro producto de la misma
fábrica pero utilizado para sus fines habituales: la firma. Duchamp no firmó
con su nombre sino con un seudónimo: R. Mutt, en referencia a un héroe de cómic
(un pequeño gordo divertido, conocido entonces por la mayoría de los
norteamericanos). Los miembros del jurado ignoraban la identidad del autor de
ese gesto a medio camino entre la broma sin más trascendencia y la revolución
estética que desencadena. Duchamp llamó a este objeto un ready-made (un
objeto ya confeccionado si quisiéramos traducirlo palabra por palabra). Este
objeto se distingue de sus semejantes por la intención del artista que impone
su presencia en una sala de exposiciones.
El urinario es en bruto, no labrado,
simplemente está firmado; en cambio, las producciones artísticas habituales
están elaboradas, fabricadas, y reconocidas como clásicas por las autoridades
del medio. Pero las vanguardias, que quieren acabar con la vieja forma de
pintar, esculpir y exponer, consiguen imponer el objeto como una pieza superior
en la historia del Arte.
Una obra de arte no tiene por qué ser bella,
se le pide generar sentido. Durante siglos, se creaba no para representar una
cosa bella, sino para lograr la bella representación de una cosa: no una puesta
de sol, frutos en un frutero, un paisaje marino, un cuerpo de mujer, sino un
bello tratamiento de todos esos objetos posibles. Duchamp retuerce el pescuezo
a la Belleza e inventa un arte radicalmente cerebral, conceptual e intelectual.
Desde Platón (428-347 a. de C), un filósofo griego idealista (para quien la idea
prima sobre lo real que se deriva de ella), la tradición ha enseñado la existencia
de un mundo inteligible enteramente poblado de ideas puras: Una obra de arte no
tiene por qué ser bella, se le pide generar sentido. Durante siglos, se creaba
no para representar una cosa bella, sino para lograr la bella representación de
una cosa: no una puesta de sol, frutos en un frutero, un paisaje marino, un
cuerpo de mujer, sino un bello tratamiento de todos esos objetos posibles.
Duchamp retuerce el pescuezo a la Belleza e inventa un arte radicalmente
cerebral, conceptual e intelectual.
Desde Platón (428-347 a. de C), un
filósofo griego idealista (para quien a idea prima sobre lo real que se deriva
de ella), la tradición ha enseñado la existencia de un mundo inteligible
enteramente poblado de ideas puras.
Octavio
Paz (mexicano, 1914-1998)
Poeta,
ensayista, novelista, teórico de la literatura, crítico de arte, premio Nobel, embajador
en la India. Efectúa transiciones teóricas entre las culturas y confronta las épocas
con el fin de extraer la especificidad de las civilizaciones —especialmente amerindias.
Cuando
el objeto se convierte en arte
La contradicción es la esencia del
acto; es el equivalente plástico del juego de palabras: este destruye el
significado, aquel la idea de valor. Los ready-mades no son antiarte, como
tantas creaciones modernas, sino a-rtísticos. Ni arte ni anti-arte, sino
algo que está entre ambos, indiferente, en una zona vacía. La abundancia de
comentarios sobre su significación —algunos sin duda habrán hecho reír a
Duchamp— revela que su interés no es plástico, sino crítico o filosófico. Sería
estúpido discutir acerca de su belleza o su fealdad, tanto porque están más
allá de belleza o fealdad como porque no son obras, sino signos de
interrogación o de negación frente a las obras.
Elogio de los
individuos rebeldes
Si el arte falla hoy en este país, y
aparentemente también en Francia, se debe a que no hay espíritu de rebeldía; no
hay ideas nuevas que surjan de los artistas jóvenes. Estos pretenden lo mismo
que sus predecesores, si bien intentando superarlos. En arte, la perfección no
existe. Y siempre se produce una pausa artística cuando los artistas de un
periodo determinado se contentan con reanudar el trabajo de un predecesor en el
punto donde este lo ha abandonado y con intentar proseguir lo que hacía. De
otro lado, cuando uno elige algo que pertenece a un periodo anterior y lo
adapta a su propio trabajo, esta línea puede resultar creadora. No es nuevo el
resultado; aunque sí es nuevo en la medida en que procede de una línea
original. El arte viene producido por una serie de individuos que se expresan
personalmente; no es una cuestión de progreso. El progreso no es más que una
pretensión exorbitante por parte nuestra.
Parentesco
de la filosofía y las bellas artes
¿Qué es la vida? A esta pregunta
responde a su manera y con absoluta tranquilidad toda obra de arte verdadera y
lograda. Ahora bien, las artes solo hablan el lenguaje ingenuo e infantil de la
intuición, no el abstracto y serio de la reflexión: de ahí que su
respuesta sea una imagen pasajera, no un conocimiento universal permanente. Así
que, para la intuición, toda obra de arte responde a esa pregunta: cada
pintura, cada estatua, cada poema, cada escena en el teatro; también la música
aporta su respuesta y, por cierto, con mayor profundidad que todas las demás,
pues ella expresa la esencia más íntima de toda vida y de toda existencia en un
lenguaje inteligible de inmediato pero intraducibie al lenguaje de la razón.
Arthur
Schopenhauer (alemán, 1788-1860)
Pesimista (le gustan
mucho menos los hombres que su perro), músico (de flauta), misántropo (no
vacila en maltratar a su vecina), paranoico (duerme con una pistola debajo de
su almohada). Como remedio del mundo, invita a practicar la piedad, la